Agricultura intensiva: qué es, características y ventajas
El reto de alimentar a una población mundial creciente no es nuevo. En los años 60, este desafío llevó a la denominada Revolución Verde, con la que aumentó la producción de alimentos y se garantizó la seguridad alimentaria.
Esta transformación impulsó la agricultura industrial, con un enfoque de producción basado en modelos agrícolas y ganaderos intensivistas que, si bien conllevan el incremento de la productividad, no consideran las repercusiones medioambientales.
Ahora, el desafío vuelve a presentarse, acompañado de un incremento en la preocupación por el impacto ambiental de las prácticas agrícolas.
En 2050, la población mundial alcanzará los 10.000 millones de habitantes y la producción deberá aumentar en más de un 50%. La necesidad de satisfacer la creciente demanda de alimentos ha llevado a hablar de una segunda Revolución Verde.
Sin embargo, el cambio climático y el interés creciente en enfoques más sostenibles requieren una producción de alimentos que preserve los recursos naturales, la biodiversidad y la salud del suelo.
La agricultura intensiva se sitúa en el centro, al tratarse de una pieza clave para la alimentación de las personas. En este artículo, se explica qué es y cuáles son sus características.
Índice de contenidos
¿A qué se denomina agricultura intensiva?
El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) plantea una definición de agricultura intensiva, en la que la describe como “aquella que realiza un uso importante de los medios y factores de producción, destacando el factor agua”.
El concepto de agricultura intensiva supone maximizar el rendimiento de los cultivos, obteniendo la mayor producción por unidad de superficie cultivada, como ocurre en las economías de escala.
Características de la agricultura intensiva
Este tipo de agricultura se caracteriza por explotar al máximo el suelo, con un alto número de plantas por superficie y el empleo intensivo de los medios de producción, que incluyen desde la maquinaria hasta los insumos, como los fertilizantes, los fitosanitarios y el regadío.
Además, como busca la maximización de la producción, destaca por la utilización del monocultivo en las tierras de cultivo, que consiste en la siembra de una única especie.
Ventajas de la agricultura intensiva
La producción agrícola intensiva cuenta con beneficios económicos y sociales:
- Las plantas se pueden cultivar fuera de su temporada, lo que aumenta la producción y permite la oferta de productos en épocas del año inusuales.
- La extensión de terreno requerida para la producción es menor.
- La productividad es superior en comparación con otros métodos agrícolas, lo que se traduce en mayores ingresos para los agricultores.
- La demanda de alimentos de la población se ve satisfecha, garantizándose la seguridad alimentaria.
- La modernización de la agricultura a través de la implementación de tecnología agrícola avanzada fomenta el desarrollo tecnológico en el sector.
- La necesidad de mano de obra humana es minimizada por la mecanización agrícola, la introducción de tecnología y el empleo de insumos químicos.
Desventajas de la agricultura intensiva
Sin embargo, como todos los métodos agrícolas, también tiene desventajas:
- Tanto la inversión inicial como los costes de mantenimiento son mayores.
- El coste energético es más alto como consecuencia del elevado consumo de energía por parte de los fertilizantes.
- La gestión inadecuada del suelo puede llevar a su degradación y a la pérdida de su fertilidad.
- Los recursos naturales, como el agua, el suelo y el aire, se contaminan debido a la utilización de fertilizantes y pesticidas.
- El uso intensivo del agua, el suelo y otros recursos naturales contribuye a la degradación del medio ambiente.
- La siembra de una sola especie reduce la diversificación de cultivos, lo que intensifica, a su vez, la pérdida de biodiversidad.
Consecuencias de la agricultura intensiva
La agricultura intensiva busca alcanzar la máxima producción, lo que implica al mismo tiempo la explotación del suelo al máximo. En este sentido, existen consecuencias negativas del cultivo en intensivo.
Degradación del suelo
La sobreexplotación del suelo, a través de un uso excesivo de maquinaria y el monocultivo, produce su degradación. Asimismo, el cultivo reiterado de la tierra para conseguir el mayor rendimiento resulta en la pérdida de su fertilidad.
A lo anterior se suma la aplicación de insumos químicos. El uso de fertilizantes y pesticidas en la agricultura es necesario, ya que proporcionan nutrientes esenciales para el crecimiento de las plantas, como el nitrógeno, el fósforo y el potasio.
Pero también generan impactos negativos en el suelo, que incluyen la variación de su pH, el deterioro de su estructura y el desgaste de la microfauna.
Contaminación del agua
El mal uso fertilizantes y pesticidas puede llevar además a la contaminación del agua, ya sea superficial o subterránea.
Las plantas disponen de una capacidad limitada para absorber nutrientes, de forma que un exceso de estos puede resultar perjudicial para los ecosistemas.
Pérdida de biodiversidad
Otra de las consecuencias de la agricultura intensiva es la pérdida de biodiversidad debido a la merma de diversidad biológica y al monocultivo. Esta práctica agrícola hace más susceptibles a las condiciones climáticas extremas, como la sequía, y a las plagas a los suelos en los que se practica.
Cambio climático
La siembra intensiva contribuye al cambio climático a través de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera.
Prácticas como la labranza intensiva pueden provocar la pérdida de carbono orgánico del suelo, liberándolo a la atmósfera en forma de dióxido de carbono (CO2).
Además, la aplicación excesiva de fertilizantes a base de nitrógeno puede resultar en la emisión de óxido nitroso (N2O), un GEI más contaminante que el CO2.
Sin embargo, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Cambridge y publicado en la revista Nature Food sugiere que las emisiones de fertilizantes nitrogenados podrían reducirse hasta un 80% para 2050, hasta una quinta parte de los niveles actuales, sin que ello conlleve una pérdida de productividad.
Para ello, tendrían que combinarse una mayor eficiencia en el uso del nitrógeno y la descarbonización de la producción de fertilizantes.
Diferencias entre agricultura intensiva y extensiva
En contraste con la agricultura intensiva, se encuentra la agricultura extensiva, que aprovecha de manera más sostenible la tierra.
La principal diferencia entre una y otra se encuentra en la explotación que realizan de los recursos.
La intensiva busca obtener una mayor producción por hectárea cultivada, apoyándose en tecnología agrícola avanzada e insumos.
La extensiva sigue un modelo más tradicional, con un uso controlado de los recursos naturales y un menor grado de tecnificación, lo que se traduce en rendimientos menores. Como consecuencia, esta última requiere de más superficie de terreno para la producción.
Otra de las diferencias entre agricultura intensiva y extensiva es que en la primera se suele optar por el monocultivo, al maximizar el uso del suelo, mientras que en la segunda se favorece la diversidad de cultivos.
Ejemplos de la agricultura intensiva
El olivar y el almendro son unos de los principales ejemplos de la agricultura intensiva.
En los últimos años, la búsqueda de una rentabilidad superior en la producción agrícola y la necesidad de satisfacer las demandas de los consumidores han hecho que algunos agricultores opten por modelos intensivos y superintensivos en estos cultivos.
Aunque el tradicional sigue siendo el sistema predominante, el 35% de la superficie de olivar del país se encuentra ya en intensivo o superintensivo.
Así, un producto que tradicionalmente se cultivaba en secano ha experimentado una transición hacia el regadío. De acuerdo con el Informe 2023 de Cocampo sobre la Evolución de los Cultivos en España, la superficie de regadío destinada al olivar ha subido un 33,6% entre 2011 y 2020.
De igual forma ha ocurrido con el almendro, que ha pasado de sistemas tradicionales de secano a sistemas intensivos bajo riego.
Estos métodos de cultivo destacan por su rápida entrada en producción. Además, a diferencia de los sistemas tradicionales, se caracterizan por una mayor densidad de plantas por hectárea mediante marcos de plantación menores, lo que resulta en más productos por unidad de superficie cultivada.
Otro ejemplo de agricultura intensiva es la agricultura intensiva de invernadero, enfocada en una mayor producción de productos hortícolas, flores y plantas ornamentales.
El invernadero les permite a los agricultores gestionar condiciones climáticas como la temperatura, la humedad o la luz solar, facilitando la producción de cultivos fuera de su temporada. Además, el poder optimizar la disposición de las plantas, les posibilita lograr una mayor densidad de cultivos.
Agricultura intensiva en España
En España, la agricultura intensiva en invernaderos ha aumentado un 31% en diez años, hasta alcanzar las 64.925 hectáreas. Andalucía es la región líder en superficie, con 46.869 hectáreas, lo que supone el 72,2% de la superficie nacional en invernadero, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Dentro de Andalucía, se distingue el Mar de Plástico de Almería, en el que se cultivan cerca de la mitad de las hortalizas y frutas que exporta el país, con Alemania y Francia como destinos principales. Asimismo, en Huelva se produce la cosecha intensiva de cerca del 30% de los frutos rojos de la Unión Europea.
El invernadero predomina también en otras comunidades como Canarias (6.527 ha), Región de Murcia (5.578 ha) y Comunidad Valenciana (1.819 ha), que se enfocan en el cultivo de tomates, pepinos, frutas y flores.
Conclusión
La agricultura intensiva resulta necesaria para garantizar la seguridad alimentaria al maximizar la producción agrícola, de manera que no se puede prescindir de ella. No obstante, es vital encontrar un equilibrio entre productividad, rentabilidad para el agricultor y sostenibilidad.
El uso excesivo de los insumos químicos y modelos agrícolas intensivistas puede tener consecuencias negativas, como la pérdida de biodiversidad, la degradación del suelo y la contaminación del agua. En consecuencia, es fundamental avanzar hacia enfoques más sostenibles, como la agricultura regenerativa.
La consecución de este equilibrio no sólo satisfará la demanda creciente de alimentos por parte de la población, sino que también preservará los recursos naturales y fomentará la salud de los ecosistemas agrícolas para las próximas generaciones.
Fuentes
- Asociación Española de Municipios del Olivo (AEMO).
- Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA).
- Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO).
- Nature Food.
- Instituto Nacional de Estadística (INE).
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