Cumbre europea y protesta agrícola
Publicado por Eduardo Moyano Estrada
Estos primeros días de septiembre se reúnen en Córdoba los 27 ministros de Agricultura de la Unión Europea (UE) por ser el semestre en el que España ostenta la presidencia de turno de la UE. El Consejo será presidido por el ministro en funciones Luis Planas, quien ha elegido nuestra ciudad para la celebración de tan importante acontecimiento.
Aprovechando este acto, las tres organizaciones profesionales agrarias (OPAs) mayoritarias (ASAJA, COAG y UPA), junto a la confederación de cooperativas, han convocado una manifestación. Su protesta la justifican en base a los siguientes motivos: i) “los continuos ataques al sector que se vienen haciendo desde Bruselas”; ii) “la desidia y entrega del gobierno a ciertos lobbies que actúan en contra del mundo rural”, y iii) el clamor del campo español “por tener el mismo trato que reciben terceros países”.
El cartel de la convocatoria tiene un tono apocalíptico. Se ve en primer plano la bandera de la UE, deshilachada y hecha jirones, clavada en un camino rural; a su lado, un cortijo, lagar o caserío algo desvencijado, y al fondo dos cipreses como si fueran la puerta de entrada a un camposanto.
Llama la atención que los convocantes hayan utilizado una imagen tan negativa de la UE cuando nunca ha estado tan unida como ahora, tras el grave período de pandemia y en plena guerra de Ucrania, y cuando nunca se han destinado tantos recursos europeos para la recuperación económica, la modernización, la digitalización y la transición energética, como en estos tres últimos años.
Reivindicar, sí, pero con argumentos
Es misión de las organizaciones de tipo sindical, como las OPAs y la confederación de cooperativas, reivindicar y defender los intereses del sector al que representan, en este caso los agricultores. Nadie cuestiona esas funciones, sobre todo después de haber dado estas organizaciones suficientes muestras de su capacidad para combinar movilización y negociación en pro del sector agrario. Su alto nivel de reconocimiento y respetabilidad lo han ido adquiriendo gracias a que han sabido utilizar argumentos creíbles y bien razonados sobre los problemas de los agricultores.
Sin embargo, a la vista del contenido de la convocatoria del próximo martes cabe dudar de la solidez de los argumentos esgrimidos esta vez por las OPAs y las cooperativas. Se dice en el cartel que el sector agrario es atacado por Bruselas, que es entregado a lobbies contrarios al mundo rural y que es maltratado en favor de los agricultores de países de fuera de la UE. Son palabras muy fuertes que, en mi opinión, no se corresponden con la realidad. Veamos.
En la UE, además de la pesquera, la política agraria es la única política común (PAC), absorbiendo más de un tercio del presupuesto europeo. No hay otro sector que reciba tantos recursos económicos de la UE como el sector agrario. En el caso español, son más de 45.000 millones de euros para el periodo 2021-2027.
Las ayudas de la PAC garantizan a los agricultores, a través de los pagos directos, casi un tercio de su renta, algo que no ocurre en ningún otro sector empresarial. Además, los agricultores reciben también de la PAC un importante conjunto de incentivos económicos para modernizar sus explotaciones y ayudarlas a adaptarse al reto de la digitalización y la transición energética (regadío sostenible, agricultura de precisión, energías renovables…). También para que contribuyan a mitigar los efectos del cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
Asimismo, la PAC concede ayudas para el relevo generacional, incentivando la instalación de jóvenes agricultores, con un importante plus en caso de que sean mujeres las que emprenden su proyecto de instalación. También se bonifican los seguros agrarios y se compensan con indemnizaciones a los agricultores cuyas explotaciones estén situadas en zonas desfavorecidas o afectadas por programas de conservación de la naturaleza (red Natura 2000). Hay, además, un importante programa para financiar estrategias de diversificación de actividades en las áreas rurales en el marco de las antiguas iniciativas LEADER (hoy “desarrollo local participativo”).
Además de los recursos económicos provenientes de la PAC, el Ministerio de Agricultura ha puesto en marcha, con el aval de la Comisión Europea, un decreto de sequía de 450 millones de euros para mitigar los efectos desoladores de la falta de lluvia en nuestros campos. A todo ello hay que añadir los casi 2.000 millones de euros integrados en los proyectos Next Generation (PERTE agroalimentario) y que ayudan a movilizar hacia el sector agrario importantes recursos del sector privado.
Con todos esos programas de ayudas, es difícilmente creíble afirmar, como hacen los convocantes de la manifestación del 5 de septiembre, que la UE “ataca al sector agrario”.
Tampoco se sostiene afirmar que Bruselas pone a los agricultores al servicio de “ciertos lobbies contrarios al mundo rural”. ¿A quiénes se refieren con esa afirmación las organizaciones convocantes? ¿A los ecologistas, a las industrias, a la gran distribución…? Muchos de esos grupos forman parte, junto a los agricultores, de la cadena alimentaria, y mantienen estrechas relaciones entre sí, siendo colaboradores necesarios para abastecer de alimentos a la población.
Que la UE “trata peor a sus agricultores que a los de terceros países”, es otra afirmación que no se ajusta a la realidad. Entre otras cosas, porque la PAC y sus importantes ayudas está dirigida en exclusiva a los agricultores europeos para asegurarles su renta y proteger sus intereses. Además, la entrada de productos no comunitarios en la UE está regulada mediante cuotas definidas en los correspondientes acuerdos de cooperación, estando sometida a diversos controles, como las cláusulas “espejo”, para evitar la competencia desleal en temas ambientales. Asimismo, siempre se pueden aplicar medidas de salvaguarda en casos de problemas internos en algunos sectores. Pero, en todo caso, no olvidemos que son las empresas de la cadena alimentaria las que realizan esos intercambios comerciales y son ellas las que tienen que cumplir esas regulaciones. Tampoco olvidemos la vocación exportadora de gran parte de nuestra agricultura, que necesita de la apertura de los mercados.
Un sector marcado por la heterogeneidad interna
Cuando las OPAs se arrogan la representación de un sector tan heterogéneo como el agrario saben que, dentro del mismo, hay situaciones muy diversas, así como subsectores que afrontan de forma diferente los retos del mercado. Por eso, deben ser muy cautas a la hora de lanzar mensajes unitarios sobre los intereses agrarios, ya que, si no lo hacen de forma equilibrada, puede que sólo estén actuando en defensa de una parte del sector, perdiendo así credibilidad ante el conjunto de su base social.
En España hay casi un millón de explotaciones agrarias: algunas, muy tecnificadas y con alto nivel de competitividad, cuyos titulares son capaces de afrontar los retos del mercado gracias a la innovación tecnológica y digital; en otras, más tradicionales, los agricultores a duras penas pueden sacar adelante sus familias como no sea gracias a los pagos directos de la PAC; en medio hay un amplio grupo de explotaciones con potencial para ser rentables, pero que precisan de los incentivos que les ofrece la PAC para modernizarse.
Estos grupos perciben las dificultades del presente de modo muy diverso, dependiendo también del subsector productivo en que se desarrollan su actividad. No es lo mismo ser ganadero del sector lácteo que del porcino; ser titular de olivares tradicionales, que de olivares intensivos o superintensivos; ser cerealista de la campiña que de las zonas serranas; ser titular de un viñedo modernizado que de uno tradicional…
En un sector tan diverso como el agrario, hay agricultores innovadores, que emprenden proyectos de cambio tecnológico y que están incorporando nuevas formas de gestión en sus explotaciones para adaptarlas a los nuevos retos, algunos mediante el uso de la digitalización o bien aplicando los principios de la agroecología. Pero también hay agricultores de edad ya muy avanzada, a las puertas de la jubilación, que adoptan actitudes conservadoras, y que viven con ansiedad el futuro de sus explotaciones al no ver tampoco asegurado el relevo generacional. Lo mismo cabe decir del cooperativismo, con cooperativas que están a la vanguardia del cambio y la innovación, junto a otras ancladas en los modelos tradicionales de gestión.
Es, en definitiva, un sector muy diverso y complejo, a cuyos problemas y desafíos les ha procurado dar respuesta el Ministerio de Agricultura a través del Plan Estratégico Nacional para la aplicación de la PAC. Este Plan se ha sustentado en el más importante esfuerzo de diagnóstico del sector agrario que se ha hecho en nuestro país.
La agricultura, un asunto de interés general
La agricultura es un sector esencial de nuestra economía, en tanto base de la producción de alimentos, pero también lo es en todo lo relacionado con la preservación de los espacios naturales, la biodiversidad, el desarrollo de los territorios rurales… Su papel esencial es bien reconocido por el conjunto de la sociedad, tal como quedó demostrado durante la pandemia y como se manifiesta día a día.
Eso significa que, gracias a ese reconocimiento, los agricultores reciben ayudas públicas para asegurarles, como he señalado, una parte significativa de su renta. Pero ello implica también que los temas agrarios dejan de ser un asunto exclusivo de los agricultores y sus organizaciones para convertirse en un asunto de interés general sobre el que intervienen grupos y actores sociales y políticos de diversa índole.
La agricultura de hoy forma parte del debate público, y eso es bueno para el sector agrario. Pero es un debate en el que otros grupos no relacionados directamente con la actividad agraria se sienten, y están, legitimados a participar (consumidores, ecologistas, nuevos usuarios de los espacios rurales, población rural no agraria…) Con estos grupos, los agricultores están obligados a entenderse y a cooperar si quieren que la agricultura y la ganadería sean valoradas socialmente y apoyadas con recursos públicos. Sin embargo, la realidad es que no todos los agricultores llevan bien este cambio de paradigma, que es en el fondo un cambio cultural, y eso provoca un malestar que acaba reflejándose en los discursos y protestas de las OPAs y cooperativas (más en unas que en otras), acusando a los grupos no agrícolas de injerencia en un terreno que aún consideran exclusivamente suyo.
La situación actual de la agricultura es, en definitiva, la de un sector económico abierto a los mercados internacionales y al conjunto de la sociedad, un sector abierto a la cooperación con otros grupos y sectores y no a la confrontación. Pero parece que esto no lo entienden así algunas organizaciones agrarias, ancladas todavía en una visión corporativista y cerrada de nuestra agricultura, y que alimentan discursos apocalípticos que no se corresponden con la realidad.
Hay problemas, sin duda, en el sector agrario, que está pasando por una terrible sequía, y que ve cómo sube el precio de los insumos (fertilizantes, pesticidas…) sin que esa subida se corresponda con un aumento paralelo de los precios agrícolas. Pero esos problemas no les afectan por igual a todos los agricultores, dada la diversidad de nuestra agricultura, ni tienen el mismo impacto en todas las regiones.
Sin duda que se pueden criticar, por insuficientes, las medidas de la PAC y las que ha puesto en marcha nuestro ministerio de agricultura para hacer frente a los efectos de la sequía o de la guerra de Ucrania. Pero no le veo sentido, sino más bien ingratitud, acusar a la UE y al MAPA de inactividad respecto al sector agrario, y menos a las puertas de la reunión del Consejo Agrícola en Córdoba.
No es razonable, en definitiva, acusar a la UE de “atacar al sector agrario y de tenerlo abandonado en manos de lobbies contrarios al mundo rural y de los intereses de terceros países” como dicen las OPAs convocantes. Y no lo es cuando existe una PAC que destina, como he señalado, más de un tercio del presupuesto europeo al sector agrario y que asegura una parte muy significativa de la renta de los agricultores. Son ayudas que no tienen parangón en otros sectores empresariales y que sin ellas muchos agricultores ya habrían abandonado.
Artículo originalmente publicado en Cordópolis y eldiario.es
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